martes, agosto 23, 2005

Discovery Chile


Generalmente bajo por Compañía hacia el centro quedándome por ahí por Amunategui, con el sinfónico estruendo de aquellas graciosas y delicadas gacelas amarillas, cuyos jinetes invitan gentilmente a acelerar el camino: “…apúrate po’ conchetu…”. Ahora que recuerdo, una vez alguien, famoso al parecer, dijo: “la poesía no es de quien la escribe, sino de quien la usa”, y otro caballero de similar oficio nos demuestra que la poesía está en la calle, en cada esquina. Entonces pienso, puta que hay poetas manejando micros, bendito sea el ocurrente que conjugó los mariscos con la santa madre del otro.


Sigo el camino por Huérfanos hacia Estado, esa vía que amablemente nos incita a golpear hombro con hombro, ¿será acaso una muestra de afecto con los desconocidos?, ¿tan necesitados de contacto físico estamos, que necesitamos golpear a un anónimo?, si queremos amar a nuestro prójimo podríamos hacerlo de modo un poco más sutil, basta con una mínima sonrisa que borre aquellas ácidas cicatrices que surcan el rostro de quien atraviesa por esta ciudad. ¿Por qué digo ciudad? si esto es un submundo, el planeta de quien vegeta dentro de un traje de corte inglés o zapatos de tacos, de vendedores de diarios y golosinas, de lustrabotas y lanzas, de inspectores Santiago y carritos a pedal, de todos aquellos que formamos parte de la flora y fauna de este mundillo, flora que vegeta su existencia y fauna que se traga la existencia vegetativa.